22 nov

Reflexión Domingo 22 de noviembre

Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.» Entonces los justos le contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?» Y el rey les dirá: «Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.» Y entonces dirá a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: «Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?» Y él replicará: «Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.» Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»


Palabra del Señor

Reflexión

Nos acercamos al final del año litúrgico y las lecturas hacen referencia al momento de la Parusía, es decir, al retorno glorioso de Cristo como Rey.

El Evangelio de hoy nos habla del juicio y de unos que son llevados al Cielo porque han amado a Cristo en el pobre y de otros que van al Infierno al no haberlo amado. Él se identifica tanto con sus pequeños, que todo lo que se les hace a ellos, se le hace al mismo Jesús.

San Juan de la Cruz escribió: “A la tarde te examinarán en el amor”; y este es precisamente el juicio del que nos habla el Evangelio. Ni unos ni otros habían reconocido a Jesús en los pobres y, de hecho, ambos se sorprenden cuando Él les dice que le habían (o no) dado de comer, de beber, que le habían hospedado… Pero en el fondo, unos habían amado gratuitamente y otros no.

Tenemos un don inmenso al recibir hoy este Evangelio: el Señor nos revela las preguntas de nuestro examen final y el modo para llegar al Cielo. No se nos preguntará sólo por el amor a los “nuestros” (a nuestra familia, amigos, conocidos…) sino también por el amor (el sincero don de uno mismo) a los necesitados.

Hoy sería un buen momento para pensar si, en mi día a día, acojo a los más necesitados como a hermanos míos; si soy consciente de que tenemos un mismo Padre y de que los bienes que he recibido también están en función de amar al prójimo.

Así ha sido (y es) el amor del Padre hacia nosotros; Él, en Cristo, se hizo buen samaritano de todos nosotros para restaurar nuestra dignidad de hijos de Dios.

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