Reflexión domingo 23 de enero
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,1-4;4,14-21):
Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmiteron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Palabra de Dios
Reflexión
Una vez concluido el tiempo de la Navidad hasta que lleguemos el tiempo de la Cuaresma, los Evangelios de estos domingos tratan sobre la vida pública de Jesús. En ellos encontramos su mensaje, sus signos y sus gestos que no dejan de ser expresión del amor y de la misericordia de Dios con cada uno de nosotros.
En el Evangelio de este domingo leemos como dice Jesús «el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, a los ciegos la vista, a poner libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor».
Jesús también necesita de cada uno de nosotros para que con nuestra vida, con nuestro ejemplo, con nuestra palabra oportuna, sigamos anunciando la Buena Noticia que Jesucristo allí donde estemos, comenzando por nuestras familias, por nuestros amigos, por nuestro lugar de trabajo.
Sólo si somos fieles hasta el final, alcanzaremos, como dice San Pablo, la corona de gloria que no se marchita.
Le pedimos a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, que nos conceda la gracia de que jamás nos separemos de Jesús, que cogidos a la mano de María caminemos con alegría por la vida y seamos siempre portadores de la paz y de la buena noticia del Evangelio allí donde estemos. Que así sea.