Reflexión domingo 24 de septiembre
Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo (20,1-16):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.» Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: «¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?» Le respondieron: «Nadie nos ha contratado.» Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña.» Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: «Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.» Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: «Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.» Él replicó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos presenta una desconcertante parábola: la de los jornaleros de la viña. El mensaje central se encierra en la respuesta del Señor: ¿vas a tener envidia porque soy bueno?
El propietario de la viña, a distintas horas del día, llama a jornaleros a trabajar en su viña. Y al atardecer da a todos el mismo jornal: un denario, suscitando la protesta de los de la primera hora. Este denario representa la vida eterna, don que Dios reserva a todos.
La parábola plantea el tema de la gratuidad del amor de Dios y de la salvación. El Evangelio nos habla de una “lógica” distinta de la lógica del mundo: los últimos serán los primeros y los primeros los últimos. Es la “lógica” del corazón de Dios. En la primera lectura hemos escuchado: Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos.
Es una invitación a la conversión, a pasar de la lógica del mérito, al mundo de la gratuidad, que es el secreto del Reino de Dios. Todo es don, todo es gracia.
En el ser cristiano todo es don del Señor, que te ama; todo es gracia que precede al hombre, todo es una obra que el Señor, por el don del Espíritu Santo, ha de ir haciendo en ti. Y que tú has de acoger. Que parece poco; pero no es poco.
Es reconocer que todo lo que tienes y lo que eres lo has recibido gratuitamente, y que el verdadero protagonista no eres tú, sino el Señor. Es reconocer que el método de Dios es la humildad: al cielo se sube bajando.
Como dice el concilio Vaticano II: «Los seguidores de Cristo han sido llamados por Dios y justificados en el Señor Jesús, no por sus propios méritos, sino por su designio de gracia. El bautismo y la fe los ha hecho verdaderamente hijos de Dios, participan de la naturaleza divina y son, por tanto, realmente santos. Por eso deben, con la gracia de Dios, conservar y llevar a plenitud en su vida la santidad que recibieron» (LG 40).
Pero Dios respeta siempre tu libertad y te pide aceptar este don y vivir las exigencias que conlleva; pide que te dejes transformar por el Espíritu Santo, ajustando tu voluntad a la voluntad de Dios.
Entonces no brotará de tu corazón la envidia del resentido, sino la gratitud del enamorado que ha recibido más de lo que podía esperar.