3 dic

Reflexión domingo 3 de diciembre

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,33-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Palabra del Señor

Reflexión

Hoy iniciamos con toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico y con él, el tiempo de Adviento, que es un regalo del Señor, un tiempo precioso en el que el Señor nos recuerda que no estamos solos, que hemos sido creados por amor, por el Amor y que Él está llamando hoy a la puerta de tu vida para regalarte una vida nueva, para vivir en ti, y hacer en ti –por el don del Espíritu Santo– la obra de la nueva creación.
En el tiempo de Adviento nos preparamos para salir al encuentro del Señor, que vino, que viene y que vendrá al fin de los tiempos. Porque lo decisivo no es que tú busques a Dios. Lo decisivo que Dios te busca a ti.
El Adviento es un tiempo de alegría y esperanza. Podemos vivir con esperanza porque tenemos la certeza de la fidelidad de Dios, contemplamos que Dios nos ama, que Dios es fiel y cumple sus promesas. Y, por eso, en medio de las dificultades y de los problemas de cada día, podemos tener esperanza, porque sabemos que Dios es fiel y no deja de amarnos nunca, que está siempre con nosotros y que no hay nada ni nadie que pueda separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (cf. Rm 8).
El Adviento significa que la presencia de Dios en el mundo ya ha comenzado. Dios nos da su tiempo, pues ha entrado en la historia con su palabra y con sus obras de salvación, para abrirla a lo eterno, para convertirla en historia de alianza. Significa que no estamos solos. Que Él está ya presente de una manera “oculta”. Pero esta presencia aún no es total, está en proceso de crecimiento, de maduración. Vivimos con la certeza de que Cristo volverá al final de los tiempos. Ese día el bien triunfará definitivamente y todo le será so-metido
¡Velad! Este es el llama-miento de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos (Mc 13, 37).
¡Velad!, porque fácilmente nos despistamos y nos olvidamos de Dios.
¡Velad!, para que puedas ser arcilla en manos del Alfarero, y
te dejes modelar por su Palabra; por la historia que está haciendo contigo, que es historia de amor y de salvación; por la cruz, para que puedas reinar con Cristo en ella.
¡Velad! Para que puedas ver al Señor, que te ama, en medio de tu vida, de tu historia.
¡Velad! Para que puedas vivir con humildad y acoger al Señor que viene a tu corazón.
¡Velad!, para estar atento a las mociones del Espíritu Santo.
¡Ánimo! ¡Ábrele el corazón al Señor! No tengas miedo, que no viene a quitarte nada de lo que te hace feliz, sino a dártelo todo. ¡Si crees, verás la gloria de Dios!

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