9 mar

Reflexión jueves 9 de marzo

Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”. Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”. Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

Palabra del Señor

Reflexión

            Una verdad existencial del ser humano es que todos apoyamos nuestra existencia sobre algo o alguien; todos tenemos un centro de gravedad en torno al cual confiamos obtener una vida plena, la felicidad. Ese centro de gravedad es diverso: el dinero, el trabajo, la fama, el novio, Dios…

La liturgia de la palabra de este día nos habla precisamente de esta realidad y nos invita a que consideremos en este tiempo de cuaresma cuál es nuestro centro de gravedad. En la parábola del evangelio encontramos el ejemplo del rico Epulón, alguien que ha buscado la felicidad en la satisfacción de los placeres: vive ostentosamente, alardeando ante los demás de su riqueza, sobre todo en dos ámbitos: la ropa y la comida. Vestía de púrpura y lino –que en aquel tiempo eran telas propias de un rey– y celebraba unos banquetes espléndidos cada día.

¿Epulón es feliz? ¿es libre o esclavo de esos placeres que cada vez le exigen más tiempo, más dinero, más esfuerzo por sorprender a sus invitados? ¿Es feliz alguien a quien el excesivo afán de bienes materiales, de comodidad y lujo, le ha vuelto indiferente a la necesidad de los demás?

  • Con un lenguaje parecido tanto la primera lectura como el salmo ponen de manifiesto la perdición a la que se ve arrastrado el hombre que apoya toda su existencia en las relaciones humanas apartando su corazón de Dios, frente a la prosperidad de aquel que se fía de Dios y apoya su vida en él.
pastoral

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