Reflexión lunes 25 de noviembre
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».
Palabra del Señor
Reflexión
En estos últimos días del año litúrgico la Palabra nos va recordando que somos peregrinos en marcha hacia la meta del cielo. Dios te ha creado por amor, para vivir con Él para siempre. Tu vida es una historia de amor y de salvación que Dios está haciendo contigo.
En la primera lectura hemos contemplado al Cordero de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil…
Pero, ¿cómo vamos al cielo? La Palabra nos ha dado algunas pistas importantes. Estos siguen al Cordero adondequiera que vaya… Ser cristiano no es un moralismo, un mero cumplimiento: es seguir a Jesús y seguirle por dónde Él quiera llevarte. Es preguntarle cada día al Señor qué es lo tienes que hacer, cómo tienes que vivir.
Llevaban grabados en la frente su nombre y el nombre de su Padre… Ser cristiano es proclamar que Dios es tu Padre, que Jesucristo es el Señor de tu vida, el único Señor. Es poner toda tu vida bajo el Señorío de Jesucristo, y vivir en la verdad: en su boca no se halló mentira: son intachables.
En el Salmo hemos cantado: ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. Ser cristiano es pedirle la vida a Dios y no a los ídolos del mundo: el dinero, el poder, el placer, el éxito… Y todo esto, no en tus fuerzas, sino por el poder del Espíritu Santo que es quien realiza en ti la obra de la santidad.
Y esto es lo que ha vivido la pobre viuda del Evangelio. La verdadera piedad es una entrega a Dios, un ponerse por completo a su disposición, dejarte llevar por el Espíritu Santo, sin resistencias, sin reservas ni condiciones. La viuda lo entregó todo a Dios y, con ello, se entregó a sí misma.