11 sept

Reflexión sábado 11 de septiembre

Lectura del evangelio según san Lucas (6, 43-49)

En aquel tiempo decía Jesús a sus discípulos: Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca. ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, ¿y no hacéis lo que digo? Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».

Palabra del Señor

Reflexión

En la Biblia, lo verdadero es lo firme, lo sólido. Según esto, la fe no consiste en “creer lo que no se ve” como nos han dicho de niños, sino apoyar nuestra vida en lo sólido, en lo seguro, en lo que permanece. Y en este evangelio, Jesús nos dice que aquello que da seguridad es el escuchar sus palabras y ponerlas en práctica. Y sabemos que las palabras de Jesús, antes de ser predicadas, han sido vividas por Él.

Y nosotros, los que cada día leemos y escuchamos sus palabras, nos debemos preguntar: ¿Es Jesús mi roca? ¿Me siento seguro con Él? ¿Es Jesús capaz de hacerme feliz?

Hay mucha gente indecisa, insegura, y vienen a nosotros y nos hacen preguntas. ¿Qué debemos decirles? Por supuesto, no les demos teorías, no les digamos que “doctores tiene la Santa Iglesia que sabrá responder”. Con mucha humildad y sencillez, les podemos decir: Hace muchos años que conozco a Jesús y trato de seguirle. Tengo, como todo el mundo, problemas, dificultades, enfermedades, pero estando con Él no me hundo, no tiro la toalla, encuentro paz y alegría interior. Cuando alguna vez peco y conscientemente me aparto de Él, me siento mal. Y sólo volviendo a Él encuentro la paz profunda, el gozo verdadero. A mí, con Jesús me ha ido bien, me va bien. ¿Por qué no pruebas tú?

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