7 jul

Reflexión viernes 7 de julio

Del evangelio según san Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?» Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores».

Palabra del Señor

Reflexión

Jesús pasó, vio a Mateo (también llamado Leví) y le dijo: Sígueme. Cuando el Señor explicó por qué lo hacía, dijo esta frase: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores».

Así, el Señor explica lo que ha hecho con Leví (y con cada uno de nosotros): “éste, Leví, era un enfermo, un pecador… me necesita a mí, Médico Celestial, y he acudido a él… ¿Para qué me necesita? Para sanar, es decir, para ser justo”.

Para entender, acoger, este Evangelio es fundamental dar todo su peso a cada palabra, y no rebajarlas ilusoriamente o románticamente. Especialmente, las palabras enfermo-pecador y sano-justo.

Porque “enfermo-pecador” no son palabras “románticas”… son palabras “horribles”. No significan una especie de “pobreza de cuento”, una especie de Oliver Twist que despierta compasión por su candidez oprimida, o una especie de Cenicienta que, a pesar de su bondad, es tratada injustamente por sus hermanastras… No, “enfermo-pecador” es algo feo, malo… porque Matero es un publicano que extorsiona a sus hermanos poniéndose del lado del opresor. Retengamos esto y entendamos el escándalo de los fariseos: Jesús está llamando a alguien despreciable, culpable.

Y entendamos también que la palabra “salud-justicia”, “sanos-justos”, es también palabra “fuerte”, cargada de sentido, radical. No es algo tampoco “romántico” o “edulcorado” o “light”… ¿Qué es ser justo (sano)?: Es la voluntad de ajustarse en todo a la voluntad de Dios, a sus mandamientos.

Y para eso llamar Jesús a seguirle… Seguirle no es formar parte de un grupo itinerante de hippies que recorren el mundo con su mochila y su guitarra. Seguirle es seguirle a un lugar determinado. Seguirle es ir a la gloria de la resurrección pasando por su pasión y su cruz. Ser santo y justo es ir ahí con Él. Y esto es una llamada muy exigente. No es una rebaja de la santidad. La santidad es la santidad. Misericordia no es rebajar la santidad, es posibilitar al malvado llegar a ser santo, con lo todo lo que esto significa, y con el sufrimiento que acarrea.

Resumiendo: Jesús llama a lo peor a ser lo mejor. La llamada misericordiosa de Dios precede a las obras de justicia, pero llevará a hacerlas. Uno es llamado no porque ya es justo, sino para poder serlo.

¿Y por qué no llama a los justos? Si de verdad son justos, es porque ya los ha llamado. Si “se creen justos” pero no lo son… es que son pecadores, y entonces también los llama. El problema es que si uno “se cree justo”, se le cierran los oídos a la llamada de Cristo. Y ésta es la peor de las enfermedades.

pastoral

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