Comentario sobre educar en el asombro, por Pedro Senabre.

Comentario sobre el libro «Educar en el asombro», por Pedro Senabre, profesor del Máster en Relación de Ayuda y Counselling, de la UCV. 

Fecha publicación: 2012

Editorial: Plataforma editorial

Autora: Catherine L ́Ecuyer

Interesante obra de una autora especialista en el tema, que nos recuerda la importancia de una educación basada en el asombro. Parece que todo lo que afirma la autora es obvio y que, aquellos que estamos inmersos en la difícil tarea de la educación, ya lo conocemos. Se trata de un texto donde a cada página leída uno asiente con la cabeza con un “si ya lo decía yo”.

Pero la realidad es que nos dejamos arrastrar por un mundo donde nuestros hijos crecen en entornos cada vez más exigentes y competitivos, con multitud de actividades programadas que lo único que hacen es alejar al niño del ocio de siempre, del ocio sano, del juego, de la naturaleza, del silencio, de la belleza…

Y es cierto, vivimos tiempos donde a veces los educadores y los padres pertenecemos más al sector del entretenimiento que al de la educación y, constantemente rellenamos los huecos del tiempo de los niños con estímulos cada vez más complejos y llamativos.

Al abusar de las actividades extraescolares, de la tecnología descontrolada, de los horarios hiperprogramados, son muchos niños se pierden lo mejor de la vida: descubrir el mundo con la naturalidad y el asombro propios del ser humano. La autora reclama una infancia robada, una infancia interrumpida, una infancia huérfana del aprendizaje de todo lo maravilloso que hay que descubrir por primera vez.

El problema, repite la autora de la obra, es que esta realidad se da de bruces con una sociedad hiperestimulada, donde prima la cantidad que la calidad de información, sin apenas filtros, donde somos víctimas de la tiranía de Internet hasta en las cuestiones más íntimas. Una sociedad frenética con ausencias emocionales y de un silencio reparador que fomente el encuentro.

Cuando llegas a la mitad del libro uno se convence del “ya lo decía yo”. Reconocidos autores de diferentes disciplinas iban en la misma línea. Albert Einstein dijo que “el misterio es la cosa más bonita que podemos experimentar. Es la fuente de todo arte y ciencia verdaderos” Y Chesterton, posible futuro santo de humo y cerveza, declaraba “A un niño de 7 años puede emocionarle que Perico, al abrir la puerta, se encuentre con un dragón; pero a un niño de 3 años le emociona ya bastante que Perico abra la puerta”

Pero, ¿Cómo es la naturaleza de un niño?, ¿cómo aprende?, ¿cómo se motivan los niños pequeños? Para la autora, los niños no necesitan motivación externa, ya que tienen una motivación temprana natural e innata.

balloon-991680_640Nuestros hijos en su primera infancia, gatean, arrastrando el lazo del paquete y jugando con ilusión con el papel del embalaje. El juguete se queda atrás. O poniendo otro ejemplo del libro, corren detrás del globo que habíamos puesto en el manillar de la bicicleta que les dejaron los Reyes. Les llama la atención el ruido que hace el papel de regalo, la espuma del baño que se les queda pegada a los deditos, las cosquillas que hacen las patitas de una hormiguita en la palma de la mano, se quedan asombrados observando la caída lenta del globo al suelo.

¿Y cuál es el papel del adulto? La autora afirma que este únicamente debe acompañar al niño proporcionándole entornos favorables para el descubrimiento. Y el niño hará el resto, ya que poseen un sentido del asombro realmente admirable y sorprendente ante las cosas pequeñas que le lleva a descubrir el mundo. Estos pequeños detalles mueven al niño a aprender, a satisfaces su curiosidad, a ser autónomo para entender los mecanismos naturales de los objetos que le rodean, a través de su experiencia con lo cotidiano.

Sin embargo, cuando hiperestimulamos al menor anulamos su capacidad de motivarse por sí mismo. Le hemos presentamos estímulos externos que bloquean y suplantan su natural asombro y, al final el niño no es capaz de ilusionarse ni asombrarse por nada. Adelantar etapas sin respetar el ritmo natural y exponer a nuestros pequeños a contextos para los que todavía no están preparados daña su personalidad y desarrollo evolutivo.

Su adicción a esta sobreestimulación le lleve a buscar sensaciones cada vez más fuertes, a las que se acostumbrará, lo que le llevará a una situación de apatía sostenida, de falta de deseo, de aburrimiento.

La autora cita a Santo Tomás dando la clave hace varios siglos “El asombro es el deseo para el conocimiento”. Por tanto, nos interesa qué es lo que mueve a un niño a aprender, de dónde viene y las condiciones bajo las que actúa.

Más recientemente, Berger y Milkman (2011), afirman que el asombro es lo que suscita interés por parte de las personas. Constituye una emoción de trascendencia personal, un sentimiento.

doodle-3505459_640Si sobrecargamos a los niños de información lo único que provocamos es matar su innata curiosidad. El mejor ejemplo clásico son los dibujos animados que hoy en día ven los niños pequeños, cargados de acción, de emociones intensas y cambios frenéticos de ritmo, cuando la realidad dice lo contrario.
Con buena intención buscamos su entretenimiento (o en la mayoría de ocasiones nuestro descanso) y provocamos de admiración y de elevación frente a algo que supera a uno. Invoca la apertura y la ampliación del espíritu y una experiencia que hace que no pare para pensar.

L ́Ecuyer propone el asombro como punto de partida de un aprendizaje profundo, exigente, consistente y lúdico donde el maestro es un mero facilitador, un estímulo que despierte el motor interior de los niños. Para ellos es inherente observar, preguntar, escuchar, probar, decidir, hacer, actuar, errar, aprender, repetir, corregir, levantarse… pasos que realiza con naturalidad y confianza.

El aprendizaje debe brotar del interior del niño, responder a sus necesidades y sus intereses, con una sencilla guía externa, sin imposiciones. Es tarea de los padres saber motivar a sus hijos y provocar ese asombro que es, sin lugar a dudas, el motor del aprendizaje. La plasticidad del cerebro hará el resto.

La autora insta a recuperar la educación en el asombro, una aventura que parte de aquello que reclama la naturaleza del niño, “el respeto por su inocencia, sus ritmos, su sentido del misterio y su sed de belleza”, en palabas de L ́Ecuyer. Un libro muy recomendable para padres y profesionales de la educación.

Autor del cometario: «Educar en el asombro»

inclusivaPedro Senabre Perales. Licenciado y Doctor en Psicología, desarrolla su labor en la Universidad Católica de Valencia impartiendo asignaturas vinculadas al grado de magisterio como necesidades educativas especiales y dificultades del aprendizaje. Su investigación está vinculada al ámbito familiar y personal, analizando variables como la autoestima, la satisfacción, el logro de sentido y la conducta agresiva en niños y adolescentes.
Ha publicado un libro y varios artículos de investigación relacionados con la familia, el ajuste psicosocial y la conducta agresiva en la adolescencia y en proceso de revisión tiene dos artículos acerca de la conducta agresiva y su relación con el sentido de la vida en adolescentes.
En cuanto a publicaciones en Congresos tiene comunicaciones y posters relacionados con los estilos de parentalidad y variables como la conducta agresiva, el ajuste personal y el logro de sentido en el periodo de la adolescencia.
Ha realizado 4 Movilidades docentes Erasmus impartiendo docencia en asignaturas de psicología y magisterio en universidades de Portugal, Polonia y Chile, en temas vinculados con la familia, las nuevas realidades familiares, el desarrollo infantil y las relaciones paterno-filiales.

Postgrados Facultad de Psicología, Logopedia y Terapia Ocupacional de la UCV

UCV

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