Del 10 al 14 de marzo, Juan Esteban Caicedo Rodríguez, estudiante de Ciencias Marinas de la UCV, participó en el Blended Intensive Programme (BIP) “Active Coastal Pathways”, organizado por la Frederick University de Limassol, Chipre, en el marco de EU-CONEXUS. Este programa intensivo combinó sesiones virtuales con actividades presenciales en un entorno internacional, colaborativo y orientado a la sostenibilidad. Durante su experiencia, Juan Esteban exploró desafíos actuales de las zonas costeras, compartiendo ideas, soluciones y conocimientos con estudiantes y expertos de distintas partes de Europa. Nos comparte su vivencia en primera persona.

Hace poco tuve la oportunidad de participar en un programa que sin duda marcó mi etapa universitaria: un BIP (Blended Intensive Program) en Limassol, Chipre. Para quienes no lo conocen, los BIP son experiencias cortas financiadas por Erasmus+ que combinan aprendizaje virtual con una semana de movilidad presencial. Y aunque suene académico (que lo es), en realidad fue mucho más que eso: fue aventura, aprendizaje, amistad, y descubrimiento.

Viajé con varios compañeros de mi universidad, la mayoría de Ciencias del Mar, pero también de otras carreras. Desde el principio, esto aportó una diversidad de perspectivas que enriqueció muchísimo la experiencia. Durante el programa, nos centramos en temas de sostenibilidad y aprendimos sobre la creación e importancia de los sustainable trails —senderos sostenibles que integran aspectos como la ecología, la salud física, la contaminación y el turismo responsable.

Exploramos la ciudad de Limassol a pie, aprendiendo con cada paso. Conocimos sus playas, sus dunas, y algunos de los ecosistemas más representativos de la zona. Las dos salidas de campo fueron, sin duda, de mis momentos favoritos. Estar al aire libre, observando y analizando directamente los ambientes naturales de Chipre, fue una experiencia tanto educativa como inspiradora.   

Además, visitamos la universidad socia local, donde nos encontramos con estudiantes de muchas partes de Europa. Fue un verdadero intercambio cultural: compartimos ideas, tradiciones, y muchas risas. Practicamos inglés constantemente, y aunque al principio costaba un poco soltarse, al final terminamos hablando con fluidez, confianza… y hasta algunas bromas en más de un idioma.

Pero no todo fue estudio. Tuvimos tiempo libre para perdernos (en el mejor sentido) por la ciudad, explorar playas remotas, probar la deliciosa comida típica chipriota, y hasta salir de fiesta con los otros estudiantes. Fue una mezcla perfecta entre aprendizaje académico y experiencias de vida. Uno de esos viajes que te cambian, que te hacen crecer, que te conectan con el mundo.