Reducción de daños por uso de sustancias en el ámbito de la prostitución. Lidya Groppi Bosch.

Sustancias en el ámbito de la prostitución. El intercambio de dinero a cambio de relaciones sexuales es una práctica reconocida y ejercida mundialmente, es decir, el término “prostitución” es un concepto que está presente en la totalidad de las sociedades. Hoy en día esta práctica sigue siendo una problemática social de una gran complejidad que se desarrolla en tantas circunstancias distintas como mujeres la ejercen. (Molina, 2018). Además, cabe mencionar que el 95% de las personas que ejercen la prostitución en España son mujeres, mientras que la gran mayoría de los adquirientes del servicio son hombres (Hernández, 2007), y que de este porcentaje un gran número de ellas, son mujeres en situación de exclusión social que optan por esta práctica debido a la falta de recursos económicos, alternativas laborales y/o como resultado de ciertos trastornos psicológicos.

Por otro lado, el mundo de la prostitución y el consumo de sustancias siempre se han visto relacionados. Algunos autores citan los distintos factores que relacionan ambos ambientes como puede ser la ilegalidad ya que, tanto las sustancias psicoactivas ilegales como la prostitución se mueven al margen de la sociedad y en la ilegalidad, lo que ha generado una aceptación mutua entre ellas, es decir, en las zonas de tráfico de drogas es aceptada la prostitución y del mismo modo la prostitución acepta tanto la compra como el uso de las distintas sustancias ilegales (Romero y Quintanilla, 1977).

Es fácil pensar que cuando una mujer toma la decisión de manera “voluntaria” de ejercer la prostitución no implica daño alguno para la misma ya que el ambiente en el que se ven envueltas no es ni justo ni saludable sino todo lo contrario “se habla de un mundo cruel, donde la violencia y la total falta de consideración por la condición humana de una persona agudizan un estado general de abandono y postración en vida de estas personas, que deben correr un sin número de riesgos para subsistir, soportando vejaciones y humillaciones de una sociedad que las segrega y estigmatiza, asociándolas generalmente con el crimen y la vida disipada e irresponsable” (Romí, 2006).

Por ello, el estilo de vida que estas mujeres se ven obligadas a adoptar tiene como resultado diversas secuelas a nivel psicológico entre las que se pueden destacar: estrés postraumático, falta de expectativas y posibilidades, deterioro de la autoestima, depresión, entre otras. Además, para poder llevar a cabo esta práctica las mujeres deben asumir a su vez unos riesgos que por otra parte pueden verse agravados y que tienen relación directa con el consumo de sustancias (Fundación Cruz Blanca, 2017).

Existen distintos motivos que pueden llevar a las trabajadoras sexuales a consumir ciertas sustancias psicoactivas y dependiendo del entorno en que se ejerza esta práctica el consumo y el tipo de sustancia puede variar.

En el caso de las mujeres que llevan a cabo esta practica en clubs de carretera o clubs de alterne se puede observar con un alto porcentaje que utiliza el consumo como elemento facilitador para la práctica, es decir, un uso instrumental del consumo de algunas drogas. Si bien es cierto que estas motivaciones son de índole interno en lo que se refiere a los efectos que sienten ellas mismas, también obtienen algunos beneficios del consumo con sus clientes como en ciertos casos podría ser una mayor ganancia económica para la trabajadora, así como la evitación del servicio sexual con el demandante.

Las situaciones de vulnerabilidad y exclusión social son importantes factores de riesgo que interfieren en el uso y abuso de sustancias que a su vez ponen en riesgo la salud y bienestar de las trabajadoras, por ello es necesario a través de los proyectos de intervención fomentar la creación de herramientas que refuercen y desarrollen los factores de protección. Hay que tener en cuenta que la situación de las mujeres que se encuentran en situación de prostitución es compleja. Existe una interrelación de múltiples factores que intervienen desde incluso antes del momento en el que estas mujeres “eligen” ejercer la prostitución.

Por ello, la prevención y/o reducción de daños en este ámbito a través de proyectos de intervención, podría tener un papel fundamental en la salud y calidad de vida de las afectadas. Diversos artículos y trabajos, como Meneses (2010, p.342), hacen referencia a la necesidad de realizar dichas intervenciones con una estrategia basada en la reducción de daños: “Es posible que la exposición a las drogas en la realización de la prostitución lleve a las mujeres con el tiempo a un mayor consumo de sustancias si no se articulan adecuadamente estrategias de disminución de riesgos”.

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Mi nombre es Lidya Groppi Bosch finalicé el grado de Trabajo Social con mención en igualdad de género y bienestar social en la Universidad de Valencia. Siempre he tenido especial inquietud en esta temática, razón por la cual, centré mi primera investigación para el Trabajo Fin de Grado en el estudio de la prostitución, consumo de drogas y violencia de género. Una vez obtenido el Grado, cursé en la Universidad Católica de Valencia el Máster Universitario en Educación y Rehabilitación de Conductas Adictivas que me permitió desarrollar el Trabajo Fin de Máster que tiene como título “Uso de sustancias en el ámbito de la prostitución: Propuesta práctica de reducción de daños”, de nuevo, encaminado hacia la intervención en la problemática descrita anteriormente, la prostitución y el consumo de sustancias. Tal y como voy presentándome, se puede intuir que es un ámbito de trabajo que me apasiona y con el que creo firmemente que se puede ayudar a muchas mujeres con el desarrollo de este tipo de programas y/o proyectos de intervención.