«Importancia de la conversión del conocimiento tácito relevante en conocimiento explícito en el ámbito de la terapia cognitiva» por Sergio Blanquer

Importancia de la conversión del conocimiento tácito relevante en conocimiento explícito en el ámbito de la terapia cognitiva

Sergio J. Blanquer. Especialista en Psicología Clínica. Especializado en conductas adictivas.

Introducción

Algunas preguntas serían pertinentes: ¿conocemos nuestro conocimiento?, ¿sabemos cómo hemos adquirido nuestro conocimiento, nuestras creencias?, ¿tenemos una noción clara de lo que implica mantener ciertas creencias?, ¿cómo influyen algunas de mis creencias en mi bienestar, en mis relaciones, en mi vida?, ¿soy conocedor de que cierta parcela de mi conocimiento es “desconocida” por mí y de que nunca me he planteado nada acerca de esa parte de mi conocimiento y de que nunca se han dado las condiciones para que yo puede hacer crítica sobre él?…

Emociones y cognición

Somos seres sociales, emocionales, metabólicos (necesitamos afecto para forjar nuestra autoestima, necesitamos información para forjar nuestras ideas…) y, por supuesto, racionales.

Las emociones, que dependen especialmente de nuestra valoración de una situación, son patrones fijos, algoritmos (operaciones que realizamos para resolver un problema, para llegar a una conclusión). Deben ser simples para que ejerzan sus funciones. No evolucionan. Nuestras emociones más básicas son las mismas que las emociones de un niño. Muchas veces decimos de algún adulto que se ha comportado como un niño. Y es cierto, porque los niños experimentan nuestras mismas emociones. Cuando un adulto se comporta de forma “estúpida” es porque no han entrado en juego cogCerebro, Corazón, Equilibrio, Emociónniciones protectoras que nos permitan gestionar de forma eficaz nuestras emociones. Si reaccionamos de forma “adulta” ante las emociones, es porque hemos evolucionado respecto a nuestras cogniciones. Respecto a estas, sí podemos, y deberíamos, evolucionar.

Nuestro desarrollo cognitivo se podría concretar, entre otras cosas, en: aumentar el contenido de nuestras cogniciones (sería deseable que dispusiéramos de contenidos veraces, útiles, etc.); optimizar los procesos cognitivos (por ejemplo, extraer conclusiones disponiendo de toda la información pertinente para evitar la “inferencia arbitraria”); mejorar nuestros procesos metacognitivos (pensar en nuestra manera de pensar, en la manera de pensar de los demás…); promover la confiabilidad (confiar en que podemos resolver problemas con nuestra cognición).

Conocimiento tácito y terapia cognitiva

Un aspecto importante en la intervención en cognición, y central en este texto, es el concepto de “conocimiento tácito”, que podría definirse como ese conocimiento que se utiliza de forma intuitiva e inconsciente, que se adquiere mediante la propia experiencia, siendo de naturaleza contextual y personal. Es el tipo de conocimiento que se transfiere en los procesos de socialización. Por ejemplo, un padre puede transmitir a su hijo, durante la infancia de este, la creencia de que las mujeres son inferiores, son un apéndice de los hombres. Ese padre está transmitiendo esta creencia a través de comportamientos, gestos, comentarios hacia las mujeres, y sin darse cuenta, porque para él ese conocimiento es tácito, por lo que nunca se ha planteado nada acerca de él, acerca de su veracidad, de su pertinencia, de su implicación para la sociedad, etc. El hijo, por su parte, adquiere esa creencia también sin darse cuenta, y lo adquiere como conocimiento también tácito.

Ya podemos, por tanto, comprender la importancia de la conversión del conocimiento tácito relevante en conocimiento explícito en al ámbito de la terapia cognitiva. Podríamos denominar “exteriorización” al proceso de transformación de un conocimiento tácito en conocimiento explícito. Este tipo de conocimiento puede definirse como aquel del que somos conscientes, que se puede estructurar, organizar, aquel que es susceptible de ser almacenado y transmitido a través de palabras, frases, textos, etc. Cuando escribimos un libro de teoría acerca de algún tema, estamos ante un conocimiento explícito. También cuando realizamos una charla, cuando escribo este texto para transmitir ciertos conocimientos a los alumnos del master, estoy gestionando conocimiento explícito. Respecto a este tipo de conocimiento, puedo ser consciente de que dispongo de él, de su pertinencia, de su veracidad, de su importancia, de cuándo lo adquirí, incluso del proceso de adquisición. Sócrates, cuando dijo: “Sólo sé que no sé nada”, estaba gestionando conocimiento explícito.Psicoterapia, Psicología, Estrés

Quizá los terapeutas nunca nos lo hemos planteado, pero cuando estamos traduciendo las intuiciones, las dudas, el “caos” cognitivo de un paciente a un lenguaje más claro, más asequible, estamos convirtiendo su conocimiento tácito en conocimiento explícito. El diagnóstico que establece un psicólogo clínico o un psiquiatra, es un ejemplo de conversión del conocimiento tácito del paciente en conocimiento explícito del profesional.

Modelos que pueden resultar útiles

A continuación, se van a exponer, muy brevemente, algunos modelos teóricos y metodológicos, desde la psicología clínica, desde la sociología, etc., que pueden ser útiles para hacer comprender a los pacientes la importancia del conocimiento tácito y de la conveniencia de convertirlo en explícito:

1. Modelo de la psicología clínica de los “Esquemas Disfuncionales Tempranos”, de Jeffrey Young. Este modelo nos enseña que en nuestra infancia pueden transmitirnos unos esquemas acerca de nosotros mismos, acerca del mundo, acerca de los demás, de los que no somos conscientes. Estos esquemas pueden afectar a todas nuestras vivencias y a toda nuestra vida.

2. Modelo de la psicología clínica de la “Terapia de Valoración Cognitiva”, de Richard Wessler. Este autor nos dice que podemos, a través de unas “cogniciones justificadoras”, buscar nuestras “emociones familiares”, aunque sean de signo negativo, porque estas nos hacen sentir seguros. Viene a decir que podemos, por ejemplo, buscar intencionadamente nuestro fracaso, nuestra humillación.

3. Modelo de la sociología del “Habitus”, de Pierre Bourdieu. Este modelo se pregunta si es posible el cambio. Las personas tendemos a considerar que cada uno tiene su lugar, en el mundo y en la sociedad, y su forma de ser, y esto no se puede cambiar. El habitus es como una segunda naturaleza, que tiende a perpetuarse, aunque sí se puede cambiar porque es adquirido.

4. Modelo de la sociología de la “Imaginación Sociológica”, de Charles Wright Mills. Muchos problemas personales pueden y deben considerarse problemas públicos. Los sociólogos tienen el deber moral de utilizar sus conocimientos para revelar objetivamente la conexión entro lo individual y lo social o público.

5. Metamodelo transdisciplinario de la “Dinámica Espiral”, desarrollado, a partir de las investigaciones de Clare W. Graves, por Christopher Cowan y Don Beck. Este modelo analiza las diferentes formas de pensar de las personas, considerando su amplia diversidad de ideas, valores y modos de existir. Puede haber ciertos valores y ciertos modos de pensar que dejen de ser útiles para llevar a cabo nuestra vida, pero debemos ser conscientes de ellos.

6. Modelo cognitivo de las “Teorías Implícitas”. Ver, por ejemplo, Rodrigo, Rodríguez y Marrero. Las teorías implícitas se caracterizan por basarse en información de tipo episódico o autobiográfico, ser muy flexibles frente a las demandas o situaciones en que son utilizadas y presentar ciertas normas o convencionalismos en sus contenidos.

7. Modelo cognitivo de “Mentalidad Fija y Mentalidad de Crecimiento”, de Carol Dweck. La mentalidad fija y la mentalidad de crecimiento están asociadas a creencias acerca de las propias capacidades, habilidades, y acerca de la posibilidad de aprender, de cambiar. Esto puede afectar a la vida de una persona.

Conclusión

A modo de conclusión, y ya que estamos últimamente algunos preocupados por el desarrollo de la Inteligencia Artificial, cabría decir que convertir el conocimiento tácito en explícito, en el ámbito de la terapia cognitiva, supone, de alguna manera, desrobotizar a nuestros pacientes. Un robot puede gestionar muchos datos, mucha información, mucho “conocimiento”, puede disponer de un amplio software, pero nunca será consciente de sí mismo ni de su propio conocimiento. De hecho, dudo mucho que un robot disponga de verdadero conocimiento.

Mano, Robot, Humano, Máquina, Rostro

Postgrados de Psicología, Terapia Ocupacional y Logopedia

UCV

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