LA RESILIENCIA ES RELACIONAL

Especialmente en los niños, pero no sólo, sabemos de la importancia de la potenciación de procesos resilientes, donde “lo relacional” cobra una papel decisivo.

Es a través “de la mirada del otro” que nos construimos, que nos levantamos cuando la vida nos ha empujado, abofeteado o hundido. Nuestra innata posibilidad de cambio, desde el punto de vista biológico y psicológico, nos permite desarrollar procesos de resiliencia en constante adaptación a las características de una situación traumática y/o al momento evolutivo en el que nos encontremos.

El desarrollo de las capacidades resilientes está estrechamente ligado a factores que tienen que ver con el apoyo que un adulto o niño recibe de su entorno. Su desarrollo depende de nuestra capacidad de estar con y junto a otro ser humano, sea pequeño o grande. Dependemos, sobre todo en los dos primeros años de nuestra vida humana, totalmente de la interacción con nuestros cuidadores.

Por otro lado, nosotros aprendemos a cuidarnos por cómo nos enseñan y cuidan los demás, somos “copias” interaccionales y nos convertimos en “originales” a lo largo de la vida, sirviendo como modelos a la próxima generación.

“La resiliencia es el resultado de un proceso complejo, el efecto de una interacción entre la persona y su entorno, en particular su entorno humano. Lo fundamental de esta interacción es la capacidad de estar con el otro o la otra”. (Cyrulnik B., 1988)

Así, entendemos la resiliencia más como un proceso dinámico que está ligado al desarrollo humano. Y por tanto, un proceso inacabado donde el entorno juega un papel relevante. De hecho, de las primeras investigaciones ligadas a la búsqueda de atributos personales, fundamentalmente, se ha pasado a la investigación de las dinámicas propias de los procesos resilientes, lo que nos permite una mayor capacidad de intervención y aprendizaje de los mismos.

Es por ello que podemos afirmar que la resiliencia no es otra cosa que la combinación de elementos personales con elementos ambientales, entre lo innato y lo adquirido, que permiten el desarrollo de determinadas capacidades de afrontamiento. Y que éstas, necesariamente tendrán que ir cambiando a lo largo de la vida.

Autora: D. Carmen Casas

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