12 oct

Reflexión jueves 12 octubre NTRA SRA DEL PILAR

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,27-28):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»
Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»

Palabra del Señor

Reflexión

Cuenta una antigua y venerada tradición que la Santísima Virgen María, estando todavía en vida, en el año 40 (murió entre los años 41-44), se apareció al apóstol Santiago (el Mayor) en Zaragoza a la orilla del río Ebro sobre una columna o pilar, para alentarle en su evangelización por tierras hispanas. El apóstol andaba cabizbajo ante la dureza de mollera y de corazón de nuestros ancestros, a quienes no había forma de ganar para el evangelio; y la Virgen se le apareció para darle de ánimo.

  • Quizás también nosotros experimentamos en ocasiones esa desazón ante el desinterés o animadversión que familiares o amigos nuestros muestran por el Evangelio que uno trata de comunicarles.

No puedo hacer nada para que se os aparezca la Virgen, pero me ha parecido interesante recordar de la mano de una metáfora de san Francisco de Sales algunas de la razones que pueden estar en la raíz de ese alejamiento de Dios por parte de las personas que están a nuestro lado. Conociendo las causas es más fácil buscar un camino para el remedio.

Decía el santo que «en la naturaleza del hierro está ser atraído por el imán. Y cuando un imán no atrae a un hierro es porque algo pasa: o es que entre ambos se interpone un diamante (que actúa como un magnífico aislante), o es que el hierro está cubierto de grasa, o es el que el hierro pesa mucho, o es que está a demasiada distancia del imán». Del mismo modo el ser humano lleva inscrito en su naturaleza el ser atraído por Dios. Si no es así…

– puede que entre ambos se interpongan las riquezas. La preocupación por tener más cosas hace que dirijamos nuestra mirada en todo momento a los bienes materiales y nos olvidemos de aquellos bienes que son infinitamente más valiosos. Si queremos transmitir la fe, tendremos que ayudar a los demás a vivir con generosidad, sabiendo distinguir lo urgente de lo importante.

– puede que esté envuelto en la grasa de la sensualidad desordenada, que ensucia nuestro corazón y nuestra inteligencia, incapacitándonos para reconocer y vivir el amor auténtico. El lujurioso usa a los demás; no sabe amar ni hacer sentir felices e importantes a las personas que están a su lado. Si queremos ayudar a las personas que tenemos a nuestro lado, tendremos que enseñarles que el amor auténtico nace con el respeto y el sacrificio.

– puede que una persona se ame en exceso a sí misma (el peso). Es la actitud propia del narcisista, que vive pegado a un espejo. Sobrevalora sus intereses personales y sobredimensiona sus preocupaciones. Si queremos ayudar a las personas que tenemos a nuestro lado, tendremos que enseñarles a darse cuenta de que el mundo no gira en torno a ellas y de que hay más alegría en dar que en recibir.

– finalmente, puede que se haya generado una distancia grande entre las personas y Dios por el pecado. No se puede amar a alguien que está demasiado lejos de nosotros, porque ni le conocemos ni le vemos. «Sólo se ama a quien se puede abrazar. Sólo se abraza si se está cerca». El pecado nos aleja de Dios. Y si uno se acostumbra a él, lo peor es que ni siquiera se da cuenta de ese alejamiento. Si queremos ayudar a las personas que tenemos a nuestro lado, tendremos que enseñarles a descubrir la belleza del perdón y la confesión.

  • Pensemos si entre Dios y las personas que tenemos a nuestro lado existe alguno de estos obstáculos (o entre nosotros y Dios) y procuremos con la ayuda de la Virgen María removerlos, para que sientan así la atracción del imán divino. Así sea.

 

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