7 junio

Reflexión domingo 13 de febrero

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,17.20-26):

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Palabra del Señor

Reflexión:

El Evangelio de las bienaventuranzas que se nos regala en este domingo, viene precedido en la liturgia de la Misa de una profecía de Jeremías que ayuda a entender la verdad de esta Palabra: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto.»

Esta profecía nos revela que hay dos maneras de vivir: confiando y esperando la vida y la felicidad de las cosas del mundo o de Dios. Jesús nos revela que hay una alegría escondida en vivir la propia pobreza desde la paternidad de Dios: Felices los que ponen su confianza en el Señor, felices los pobres que buscan y esperan cada día los dones del Cielo para poder vivir; felices los que no viven del aplauso, de las recompensas afectivas de los hombres y son libres para anunciar y vivir la verdad de las cosas de Dios; felices los que buscan los bienes del Cielo y no se desviven por los honores y placeres de la Tierra…

Cristo se ha encarnado para revelar al hombre cómo ser plenamente hombre, y estas bienaventuranzas hacen un retrato de su corazón y de cómo acoger la pobreza y la cruz como el camino elegido por Dios para la auténtica felicidad.

En medio de esta cultura de lo inmediato, el Señor nos da una Palabra que mira a los bienes futuros como la meta a la que aspirar. Supliquemos y acojamos al Espíritu Santo para que nos conduzca a vivir este Evangelio de una manera más profunda.

Feliz día del Señor!

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