Anton, su amigo y la revolución rusa

Año: 2019
País: Canadá, EEUU, Georgia, Lituania, Ucrania
Género: Drama
Dirección: Zaza Urushadze
Guión: Zaza Urushadze, Dale Eisler, Vadym Yermolenko
Intérpretes: Juozas Budritis, Natalia Ryumina, Regimantas Adomaitis Nikita Shlanchak, Anastasiia Chudna, Vaiva Mainelyte, Simson Bubbel, Sergey Denga, Vladimir Levitskiy, Tetiana Grachik, Georgii Vechkanov, Mykyta Dziad
Música: Patrick Cannell, Mirolavs Skorik
Fotografía: Mikhail Petrenko

Ambientada en 1919, esta conmovedora y dura historia en la que no hay odio, aunque sí algún personaje odioso, nos sitúa en un pequeño pueblo de Ucrania cercano al Mar Negro, donde hay una colonia de alemanes afincados en Rusia, tras la Revolución y el horror de la Gran Guerra, buscando una vida próspera. La cinta se desarrolla en la época de la persecución comunista en la zona, persecución a la que se oponen las familias de los dos niños protagonistas.

Estamos en una época devastadora en que todo se desmorona. Se suceden atrocidades que generan actos antihumanos y el sentimiento que predomina es el de la venganza. La mala bestia llamada Troski, prepara un viaje a ese enclave, oportunidad que ve la “resistencia” para acabar con su vida y que provocará el resurgimiento del infierno bolchevique con toda su macabra violencia. Destaca el cruel protagonismo de la “camarada” Dora, “la ramera roja”, personaje real, a la que no le tiembla el pulso a la hora de disparar y rematar.

La dureza de la historia contrasta con la tierna relación que une a dos niños. Nos muestra una  amistad inquebrantable -uno es cristiano, otro judío- que está por encima de todos los horrores de una época convulsa. La cinta destila también humanidad al mostrar familias cuyos miembros se quieren y que de llevar una vida feliz.

El protagonista es Antón, miembro de una numerosa familia, cristiano de origen alemán. Su padre lleva una granja y, como a los otros aldeanos de la zona, le preocupa que los comunistas requisen sus cosechas: el granero ucraniano debe proveer a los soldados soviéticos. De acuerdo con otros granjeros, escamotean su aportación lo que dará lugar a duras represalias. Yasha, es judío ucraniano, vecino de Antón y su mejor amigo. Vive con su padre viudo, que regenta un almacén y que es utilizado por los comunistas como informador lo que también conllevará complicadas consecuencias.

Los dos niños viven sus diferencias de forma desproblematizada. Como afirma el director “la amistad de la infancia sirve como escudo contra la violencia y el odio que les rodea”. Su amistad es más poderosa que sus diferencias culturales y religiosas, por lo viven un mundo propio ajeno al miedo, a la violencia. Antón es feliz junto a su amigo. Ambos comparten la creencia en un cielo donde se encontrarán con sus seres queridos muertos durante la revolución. Les fascinan las nubes y pasan mucho tiempo mirándolas, elemento onírico a resaltar por esa poesía que anida en el alma de los menores.

 “La amistad de los niños en la infancia engancha inmediatamente al espectador, puesto que todos podemos identificarnos con ellos y comprender lo importante que es ella a esa temprana edad”, escribe Eisles. La inocencia que destilan es especialmente poderosa cuando se contrasta con un mundo de adultos violento.

El destino les hará protagonistas de una historia cruel, que ellos van a vivir desde su mirada pura e inocente. Una navaja será el “símbolo” que unirá para siempre dos existencias que se separaron en dos bandos enfrentados. Un  largo “flash back” al final de la película, nos presenta a un ya anciano Yasha junto a su amigo enfermo rememorando su amistad en la que la imagen un cielo de nubes ha tenido el poder de mantenerlos unidos aquí o más allá del horizonte. “La cámara, de movimientos elegantes -escribe el crítico Martín Bellón- apunta a los ojos y al corazón, con breves pasos por la cabeza que como sabemos, no funciona demasiado bien en circunstancias extremas” y va haciendo desfilar las imágenes como las recuerda el niño que fue: momentos familiares, preocupación y miedo de los adultos y, sobre todo, vivencias solo compartidas por los dos amigos. Los rostros llaman la atención por su mirada noble -se nota que han sido filmados con esmero- y todos los personajes, convincentes y profundos, destacan por su fuerte personalidad.

Coín Tomás y Garrido

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