Relación educativa y WhatsApp
«La Relación Educativa y WhatsApp» en la relación cotidiana de los educadores sociales.
Últimamente he escuchado a educadores/as hablar del whatsapp como una herramienta muy útil para contactar con las familias, para avisar a los menores, para informar al equipo, etc., pero pronto vemos que es mucho más que eso. Se trata más bien de un nuevo espacio de relación, de muchísima entidad y en el que además pueden operar nuevos modos de relacionarse.
Hace unos pocos años, cuando dejabas de ver unos días a un menor por el centro te tocaba salir a la calle y buscar su encuentro. Cuando alguno estaba pasando un mal momento tenías que ingeniártelas para mostrarle tu cercanía y acceder a él. Cuando surgía el conflicto había que ser valiente para afrontarlo y mantener el pulso. La relación educativa requería siempre contacto, tenía que ser efectiva, se hacían necesarias estrategias de acercamiento, habilidades de comunicación, capacidad de conectar con los centros de interés, experiencias intensas de convivencia para afianzarla… Hoy en día sigue siendo así, pero además está el whatsapp. Ese nuevo espacio en el que nos relacionamos y que rápidamente ha invadido cualquier contacto vital. Es innegable que también tendremos que referirnos a él cuando hablamos de relación educativa, porque nos guste o no, las relaciones humanas actuales también se construyen y desarrollan en este espacio virtual. Desde él podremos acercarnos al adolescente, buscarle, conocerle, motivarle, incluso confrontarle. Abriendo nuevas posibilidades para el trabajo educativo, pero también emergiendo algunos riesgos que no podemos obviar y ante los que conviene pararse a pensar.
Lo primero que destacaría, es que la “comunicación de chat” no suele tener una simetría exacta con la que se genera en la relación efectiva y personal. Con frecuencia se produce una exaltación de la afectividad (todos nos queremos mucho), una profundidad en la conversación engañosa (porque todo es muy fugaz), cierta desinhibición (me atrevo a expresar más), no existe tonalidad (los malos entendidos), la multiplicidad de conversaciones y de interlocutores (mi relación no es la única en ese momento), el entretenimiento (hablo para no aburrirme) y un largo etc. Por lo tanto la “autenticidad” de cualquier conversación tendríamos que ponerla cuanto menos en paréntesis y contrastarla con la realidad relacional existente.
Otra de las características del whatsapp en el trabajo educativo, es que se trata de un espacio de relación privado, no visible. Donde no podemos saber quién está teniendo relación y de qué modo. La relación educativa “tradicional” es pública, sabemos quién tiene relación con los menores y con qué estilo educativo. La relación en el whatsapp no suele pasar el filtro del equipo educativo, en gran medida va a depender de una decisión personal. Generándose fácilmente diferencias entre los mismos educadores/as según su propio criterio para dar respuesta a los continuos dilemas que se plantean: ¿“wahtsapear” con un menor?, si lo hago, ¿de qué temas hablar?, ¿a qué horas?, ¿con qué frecuencia?, ¿en qué tono?, ¿en grupos?…
Otro aspecto inquietante es el de su ubicación en la frontera entre lo personal y lo profesional. La relación se va a producir seguramente fuera del centro o del programa, sin horario definido, sin las acotaciones del contexto (el despacho, la tutoría, el trayecto, la visita, la actividad, etc). Fuera de mi horario de trabajo mantengo relaciones que no pueden dejar de ser educativas, y que posiblemente se intercalan con otras relaciones personales que pueden acabar confundiendo el sentido de las primeras. Además la relación va a depender exclusivamente del posicionamiento personal del educador para dar su número de teléfono y de su disponibilidad para estar conectado. No necesariamente vinculados con la implicación, compromiso e interés del educador por el caso. Y menos aún con el encargo institucional que recibe. Cualquiera puede tener relación solo estando conectado, sin mucho más esfuerzo. De nuevo estos parámetros nos sitúan en el ámbito de lo personal, incluso de la cultura y valores del uso del móvil que cada uno tenga.
Por lo tanto, parece responsabilidad ineludible del educador/a social, construir una posición ética ante este tipo de comunicación. Aparece un nuevo reto, la relación educativa puede ampliar sus registros pero no perder su consistencia. Una vez más la referencia al equipo educativo, al centro, a la institución (informando, consultando, compartiendo, reflexionando…), son los factores que pueden convertir en exitosa esta nueva oportunidad educativa. Si la relación queda en el ámbito de lo privado, posiblemente acabe perdiéndose o incluso distorsionando el trabajo educativo.
Manuel Tarín- Profesor del Grado de Educación social UCV
Editado: J. Calero