Humanizar la medicina
Humanizar la medicina:
Siempre estamos preocupados por lo último o la última. No podemos quedarnos “fuera de juego”. Tenemos que estar ahí. Los profesores agobiamos con el tema, la propia sociedad también. Todo debe ser útil y práctico. Dentro de la sanidad nos atrae la ultima tecnología, las últimas líneas de investigación, las especialidades más vanguardistas. Pero no podemos olvidarnos de los cuidados y cómo se prestan éstos.
La humanización de la salud no la puede dar la tecnología, ni las maquinas, ni la ingeniería sanitaria, ni las super-especialidades médicas. Toda la medicina debe tener su apartado humano.
Tengo unos vecinos y amigos de mis padres de toda la vida. Hacía meses que no los veía y el otro día fuimos a visitarlos. Él tiene 87 años y se ha fracturado el peroné; además, recibe diálisis por un problema renal y está a la espera de que le solucionen un ectropión. Hasta hora, dentro de todas sus limitaciones, era muy independiente; incluso iba él solo, andando, a su diálisis de días alternos. Su mujer, su cuidadora, está bien excepto que tiene una degeneración macular que sólo le permite distinguir luz, contornos y, según la posición, poco más. Bueno, tienen una hija, soltera que les supervisa y una ayuda doméstica dos horas, un par de días a la semana. A pesar de toda la sofisticación de la medicina y de la asistencia que han recibido y van a recibir, el problema de mis amigos en este momento es de cuidados, de información y de ayuda.
Los pacientes acuden a nosotros con toda su carga humana, carga que no se puede ni se debe dejar aparte. Debemos recordar la máxima de que no hay enfermedades sino enfermos y por ello la atención debe ser integral.
Yo siempre digo que los educadores no debemos olvidar que, si queremos transmitir valores y tenemos un compromiso con la enseñanza de la medicina, debemos ser capaces de educar y la educación, para que sea completa, debe estar compuesta de tres apartados: conocimientos, saber hacer y, en tercer lugar y no menos importante, saber estar.
El 14 de julio es San Camilo de Lelis, quien fundó en el siglo XVI la Orden de los Camilos, orden hospitalaria dedicada a los enfermos. Hace más de 500 años ya había cristianos preocupados por hacer que el paciente fuera el centro de toda su atención. San Camilo impulsó un estilo de cuidados que hoy en día no ha pasado de moda y deberíamos replantearnos:
a) Cuidado Maternal: “ En primer lugar, cada uno pida gracia al Señor para que le dé un afecto materno hacia su prójimo”, ésta era su máxima.
b) Cuidado Integral: San Camilo estaba preocupado por la atención integral en el hospital a la persona, por considerar al enfermo como una unidad.
c) Continuo y vigilante: El cuidado era de día y de noche, “dedicaba no pocas horas de la noche a coser jergones para que los pobres no tuvieran que dormir en el suelo, a ordenar ropa blanca, a preparar los servicios, poner las cosas en orden y limpiar”. San Camilo organizó la asistencia continuada a los moribundos estableciendo turnos de tres horas durante el día y cuatro por la noche. Cuidar siempre con la mirada atenta.
d) Diligente: En las reglas la palabra diligente aparece dieciséis veces. Una diligencia que le llevó a estar atento y vigilante. Diligente en la caridad. Sin entretenerse en otra cosa que el cuidado a los enfermos.
e) Cálido y consolador: Todo hay que hacerlo con caridad: “A la caridad con la caridad”. Cuando se despedía de los enfermos les besaba las manos, la cabeza, los pies… Cuando un enfermo tenía que levantarse, se quitaba sus zapatillas para que no se quedara frio o se manchara porque los pavimentos eran de tierra.
f) Concreto y detallista: Enseñó a hacer camas, dar de comer a los enfermos, bajar bien al enfermo del lecho, limpiarlo con atención, a poner cuidado en “todas las minucias”. Lavó, cortó el pelo, afeitó, cortó barbas, peinó, adecentó uñas rebeldes, secó camisas sudorosas, secó las sienes, lavó y secó las manos, dio de comer en la boca, calentó los pies. Para San Camilo, todos estos cuidados eran sagrados.
g) Imaginativo y creativo: Cocinaba chucherías para despertar el apetito a los enfermos más inapetentes. Para el olfato creó unos “vinagres rosados” con el fin de no sucumbir ante los olores mortíferos. Su vestido estaba “adornado” para los encuentros con los enfermos con dos famosos orinales, con tres frasquitos atados a la cintura (agua bendita, vinagre y agua hervida para refrescar la boca), con una escudilla de cobre para que pudieran escupir cómodamente, con un par de cazuelas de estaño para hacer sopas a los más debilitados, con el crucifijo y un libro para los moribundos.
h) Concentrado e inclinado al otro: Miraba siempre con los ojos del amor. “Esta es mi vocación, mi resolución y todo mi fin: servir a estos pobres como mis reyes y príncipes, porque sirviéndoles, sirvo a Cristo como redentor”. “Yo no sé otra cosa que la caridad”.
i) Horizontal y humilde: Camilo nunca se sintió superior. “Dios ha querido servirse de mí, que soy tan pecador que merecería mil infiernos”. Ante el enfermo sentía que se encontraba con un hermano: “Soy un pobre como tú”.
Estas Reglas de San Camilo son una buena receta que hoy también nos pueden servir para humanizar la medicina.
Buenas vacaciones y nos vemos en septiembre.