Los tres lenguajes de la educación
El Papa Francisco, en la inauguración de la sede de Scholas Occurrentes en Roma el pasado 9 de junio, nos decía que educar no es saber, sino más bien aprender a utilizar armónicamente el lenguaje de la cabeza, del corazón y de las manos, los tres lenguajes. Actualmente, corremos el riesgo de que exista algún desequilibrio y se pondere más un lenguaje que otro de los tres lenguajes. Es entonces cuando la persona queda fragmentada perdiendo su unidad interior.
Nuestro mundo necesita jóvenes maduros que afronten con criterio y discernimiento los desafíos de la sociedad actual. Esta concepción de la educación que propone el Santo Padre es inclusiva, es decir, va dirigida a todos los jóvenes independientemente de su situación cultural, religiosa, económica o social. Ningún joven debe de estar descartado o excluido. La tarea del educador y de la institución educativa consistirá en enseñar al alumno a integrar pacíficamente los tres lenguajes para que el joven sepa lo que piensa, lo que siente y lo que hace. La coherencia de estos lenguajes contribuirá a formar personas sólidas, consistentes y con capacidad de actuar sobre la realidad circundante.
Ante una sociedad donde prevalecen la rapidez de los cambios, la competitividad y la avalancha de información, el educador tiene que ayudar a caminar al educando, creando espacios que promuevan la humanización y acompañando procesos para que los jóvenes configuren un proyecto de vida con sentido.
Escuela y universidad deben ser lugares que propongan nuevas formas de encuentro, de fraternidad, de vínculo y de diálogo que fortalezcan el tejido sociocomunitario. Como decía el entonces Cardenal Bergoglio a las comunidades educativas, los educadores: “Necesitamos abrir los ojos y volver a revisar nuestras propias ideas, sentimientos, actuaciones y omisiones en el campo del cuidado, la promoción y la educación de los chicos y los adolescentes”.
Yolanda Ruiz Ordóñez.
Directora de la Cátedra Scholas Occurrentes UCV