Todos los saben

Año: 2018

País: España, Francia, Italia

Género: Comedia. Drama

Dirección: Asghar Farhadi

Guion: Asghar Farhadi

Intérpretes: Penélope Cruz, Javier Barden, Ricardo Darín, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez, Inma Cuesta, Eduard Fernández, Roger Casamajor, Román Barea

Música: Javier Limón

Fotografía: José Luís Alcaine

Asghar Farhadi, un director de prestigio doblemente oscarizado, ha puesto sus ojos en nuestra industria para rodar una historia ambientada en España, historia en la que se confirma de nuevo como uno de los más dotados cineastas del conflicto, invocado éste para comprender la condición humana.  

Película cien por cien española, rodada en España, con actores españoles -el reparto más espectacular de los últimos años, la aristocracia de la interpretación en lengua castellana-con un el equipo técnico de lujo. También el guion es de marcado carácter español en sus personajes, en la historia narrada, en el entorno cultural. La crítica aplaudió la proeza de Farhardi por plasmar con enorme acierto una cultura extranjera tan alejada  de la  iraní.  Pero declara: “Estoy convencido de que es mucho más lo que une a las culturas que lo que las separa”. Resulta portentoso cómo un iraní ha logrado hacer, sin conocer apenas nuestro idioma, una producción tan española

Interpretada magistralmente Penélope Cruz y Javier Bardem -los actores españoles que probablemente más representan a España en la alfombra roja de Hollywood- están como siempre perfectos en sus papeles. Destacan por encima del resto, pero todos son magníficos hasta el punto que, con frecuencia, parecen mejores que la historia que están contando.

El guión arranca en un ambiente alegre y festivo con la vuelta a casa de Laura con motivo de la boda de su hermana. Regresa desde Argentina a su pueblo natal, un pueblo castellano inundado por los rayos de sol del campo manchego, para asistir al acontecimiento familiar acompañada por sus dos hijos adolescentes. Tiempo de reencuentros con padres y hermanos, con viejas amistades, tiempo de felicidad compartida. La cámara se mueve con convicción, destreza e intensidad en los interiores y exteriores de un pueblo pequeño que rebosa de alegría. La celebración de la boda es también una explosión de españolidad. Noche festiva de cantos, baile, alcohol, jolgorio y alegría.

Todo se desmorona cuando la fiesta se ve interrumpida por la desaparición de la hija adolescente de la mujer que emigró a Argentina. El sufrimiento se come pronto la alegría  y la pantalla refleja intriga, desconfianza, miedo, dolor. Laura encarna a una mujer rota por el secuestro. Lo que iba a ser una breve visita familiar será trastocada por unos acontecimientos imprevistos que sacudirán las vidas de los implicados. A partir de algo tan desasosegante, Farhadi despliega su poderío sentimental en el que aparece la angustia de la tragedia. La desaparición desencadena entre los protagonistas la desconfianza, la sospecha por lo que ha sucedido y porqué y quien está detrás las huellas del pasado. Se abren las heridas que parecían cerradas.

El hecho de que la incertidumbre y el dolor, los viejos rencores y esas heridas del pasado que jamás llegan a cicatrizar muerdan en la película, a miembros de una misma familia, hace más hiriente cada palabra, cada gesto y desembocará en una madeja de celos, rencillas y secretos. Es magnífica y conmovedora esta parte central del film, en la que la maestría de Farhadi es capaz de retratar sin juzgarla, el alma humana,

La historia atrapa al espectador. Rodada y contada con tanta sencillez, situada en lugares tan cotidianos, que es imposible no identificarse en ella, vibrar con reacciones tan comunes ante una tragedia como las vueltas sin sentido que, una soberbia Penélope Cruz, presa de la angustia y el pánico da por la casa en busca de una respuesta; o como lanzarse junto a Javier Bardem, inmenso en su papel de buen hombre, o rastrear pistas imposibles en plena noche, o refugiarse en un contenido Ricardo Darín, al que su la fe religiosa proporciona confianza y seguridad.

 La actriz, rota por la tragedia, encarna admirablemente la desolación y el incalculable dolor de alguien que puede perder lo que más ama. Una vez más Penélope Cruz llena la pantalla como la encarnación de la española por excelencia.

Javier  Barden, que asume todos sus papeles como un reto, vuelve a mostrarse capaz de todo.  Aquí lo vemos como un personaje contenido, normal, progresivamente perplejo y dolorido. Una buena persona.

Farhadi se confirma de nuevo como uno de los más dotados cineastas del conflicto, invocado éste para comprender la condición humana. El trasfondo del film coincide con lo que declara abiertamente su director: que lo que más le interesa en la vida -y en su arte- es descubrir los motivos por los hombres actuamos como actuamos, ya sea para bien o para mal. Así articula sus películas, como puzles en los que van encajando las piezas: lo que interesa que son las personas.

Las certeras palabras de Aresté ponen sobre el tapete la intención que guía al director: “lo decisivo es la hondura con que  atrapa las interioridades del ser humano, lo mejor y lo peor: el amor, el sacrificio, los padecimientos, los rencores soterrados la soberbia, la ambición…lo que se piensa que ha ocurrido, y los secretos del pasado que acaban saliendo a la luz”. Película en la que no hay espacio para la frivolidad, en que se abordan temas como la familia, los hijos, el aborto, la intervención de Dios en la vida de los hombres. Una película elegante, transparente, potente drama atmosférico con elementos de suspense en la España profunda, en la que secretos del pasado y rencillas entre personajes se dan la mano, película que inauguró con todos los honores, el último Festival de Cannes. 

Coín Tomás y Garrido

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